El último jueves, nos reunimos para enfrentar a un nuevo adversario, con las mismas ganas y expectativas de siempre. ¿El rival de turno? A priori, solo se sabía la procedencia, Santiago del Estero, luego, y con el transcurrir del partido, nos fuimos dando cuenta de su potencial futbolístico.
A pesar de la ignorancia del juego rival, nos aventuramos a aceptar el desafío, el cual, tenía como premio al vencedor un cajón de cerveza.
Con la apuesta sobre la mesa, el primer golpe llegó demasiado pronto. Todavía no nos habíamos acomodado en la cancha, cuando una jugada bien elaborada por parte de los santiagueños nos puso abajo en el marcador. Cero Uno, y recién comenzábamos.
Con algo de desconcierto, sacamos del centro del campo. A pesar de todavía no encontrar el rumbo ni el juego necesario, y de que en esos primeros momentos éramos claramente superados por los adversarios, se luchó para llegar al 1 a 1. Pero no fue suficiente, los muchachos santiagueños supieron mantener el ritmo durante esos momentos, y así, gol a gol, se ponían 4 a 1 arriba.
A partir de allí, la historia cambió. Donde no surgía juego, salió a relucir la garra, el esfuerzo, en definitiva, el huevo del equipo.
Al poco juego elaborado, se lo contrarrestó con sacrificio, que se fue evidenciando en todas las líneas; desde el centrodelantero, el cual aguantaba y corría todas las bochas que se podían, pasando por los volantes que tenían la responsabilidad de aguantar los embistes rivales y salir de contra con el mayor ordenamiento posible –algunas veces nulo- corriendo, en los idas y vueltas, y los incansables defensores, los cuales soportaban una y otra vez pelotazos y contraataques rivales. Y fue eso, el sacrificio, y las ganas de revertir un resultado adverso, que dejaría por primera vez a nuestro equipo derrotado, tal vez, lo que produjo poco a poco la gran remontada.
Gol a gol, llegamos al empate. Un esperado, y muy gritado también, 4 a 4.
Sin embargo, nuestros adversarios no se iban a dejar doblegar, y a partir de ese empate, y el envión anímico que significó para nosotros, se armó otro partido. Nosotros atacábamos y ellos salían de contra, una formula que daba resultado para ambos bandos. Ya que, luego de algunos palos y tiros que rozaban los arcos, gol aquí y gol allá, se llegó al resultado final, 6 a 6.
El partido, quizá el más difícil de los que nos tocó jugar hasta ahora, podría haber terminado para cualquiera de los dos, es verdad.
A pesar de la ignorancia del juego rival, nos aventuramos a aceptar el desafío, el cual, tenía como premio al vencedor un cajón de cerveza.
Con la apuesta sobre la mesa, el primer golpe llegó demasiado pronto. Todavía no nos habíamos acomodado en la cancha, cuando una jugada bien elaborada por parte de los santiagueños nos puso abajo en el marcador. Cero Uno, y recién comenzábamos.
Con algo de desconcierto, sacamos del centro del campo. A pesar de todavía no encontrar el rumbo ni el juego necesario, y de que en esos primeros momentos éramos claramente superados por los adversarios, se luchó para llegar al 1 a 1. Pero no fue suficiente, los muchachos santiagueños supieron mantener el ritmo durante esos momentos, y así, gol a gol, se ponían 4 a 1 arriba.
A partir de allí, la historia cambió. Donde no surgía juego, salió a relucir la garra, el esfuerzo, en definitiva, el huevo del equipo.
Al poco juego elaborado, se lo contrarrestó con sacrificio, que se fue evidenciando en todas las líneas; desde el centrodelantero, el cual aguantaba y corría todas las bochas que se podían, pasando por los volantes que tenían la responsabilidad de aguantar los embistes rivales y salir de contra con el mayor ordenamiento posible –algunas veces nulo- corriendo, en los idas y vueltas, y los incansables defensores, los cuales soportaban una y otra vez pelotazos y contraataques rivales. Y fue eso, el sacrificio, y las ganas de revertir un resultado adverso, que dejaría por primera vez a nuestro equipo derrotado, tal vez, lo que produjo poco a poco la gran remontada.
Gol a gol, llegamos al empate. Un esperado, y muy gritado también, 4 a 4.
Sin embargo, nuestros adversarios no se iban a dejar doblegar, y a partir de ese empate, y el envión anímico que significó para nosotros, se armó otro partido. Nosotros atacábamos y ellos salían de contra, una formula que daba resultado para ambos bandos. Ya que, luego de algunos palos y tiros que rozaban los arcos, gol aquí y gol allá, se llegó al resultado final, 6 a 6.
El partido, quizá el más difícil de los que nos tocó jugar hasta ahora, podría haber terminado para cualquiera de los dos, es verdad.
Lo que comenzó con nuestro equipo superado en todos los sectores del terreno de juego, terminó parejo en todo el campo. Y si bien, es cierto que podríamos haber perdido, también es cierto, que en base a nuestro temple y sacrificio, podríamos habernos llevado una nueva victoria. Empate, un resultado justo.